El periódico Diálogo, en su edición más reciente (enero-marzo de 2010), publica una documentada serie de artículos sobre el Corredor del Noreste, firmados por Dalila Rodríguez Saavedra. Hay que leerlos. Como debe saberse, el gobernador de Puerto Rico, mediante orden ejecutiva, le abrió la puerta a la destrucción del corredor para construir hoteles en serie, campos de golf sedientos y marinas recoletas. Este acto de violencia es una réplica (o acaso una "replicant") de la violencia imbécil que vive el país en sus esquinas, en sus puntos de drogas, en sus familias.
Cuando la violencia se enseña desde los lugares de autoridad, es difícil conjurarla. No se puede ser pueblo de paz haciendo la guerra en todos los frentes: a la naturaleza, al "enemigo", al vecino. Pero hay más. Aquí se reproduce la violencia cuando se les enseña a los niños que un yate vale más que un pájaro. El yate perecerá, y también el pájaro; pero sólo uno de ellos canta.
Para colmo, la destrucción ni siquiera genera ganancias útiles. Se enriquecen dos o tres imbéciles y el resto quedamos reducidos al desasosiego del nuevo imperativo histórico: such is life. Nos lo merecemos, sólo un animal imbécil destruye su guarida.