domingo, 31 de mayo de 2020

En mayo






(En este mes de mayo se cumplieron cuatro años de la muerte de mami. Entonces escribí estas palabras muy sencillas, que aquí encuentran reposo.)


25 de mayo de 2016
Día del entierro de mi madre

La historia de mi madre ha sido mi acompañante desde que me trajo al mundo y a la primera luz. La historia de mi madre, Ana María Alsina Díaz, es la historia de nuestro país; una historia que trasciende la esfera privada, porque así de radiantes son las rutas de las personas que vivieron mucho, que con sus obras atravesaron épocas y experiencias familiares y colectivas. Para nosotros sus memorias son importantes. Siento que escribo para cumplir un mandato ético de ella, que fue huérfana y sufrió muchas pérdidas y con esas carencias se hizo sus casas y una vida de orden, belleza y rebeldía.

Anoche escuchamos testimonios de parientes y amigos y todos coincidieron en su manera de ser cariñosa y hospitalaria. Hay un deseo que une esas vidas a la de mami, que procuraba recuperar a sus parientes, a los miembros de una familia dispersada por la gran migración de mediados de siglo a Estados Unidos, o dentro de la isla misma, el abandono de campos y pueblos hacia urbanizaciones donde se trastocaban las relaciones de vecindad. Es importante el cuidado que puso siempre en la familia extendida de hermanos, primos y sobrinos. Recuerdo que su primera casita de urbanización, hacia 1950, se convirtió en lugar hospitalario para alguna sobrina que llegaba con intención de estudiar en San Juan, y también en lugar de paso para hermanos o primos que se enfrentaban al entonces difícil trance de la migración obligatoria a falta de empleos en el país. Siempre fue hospitalaria y generosa con sus parientes.

Con Mili y conmigo, sus hijas, fue paciente y ejemplar. Lamento no haber sido más respetuosa de su esfuerzo por sobrevivir, por mantenernos y educarnos en momentos de penuria. Me hubiera gustado preguntarle dónde aprendió a coser, quién le enseñó a llevar una casa, por qué le gustaba tanto la lectura, de qué color eran los ojos y el timbre de voz de su madre.

Después de la muerte de papi sobrevivió muchos años a la inevitable depresión a fuerza de voluntad y deseos de vivir, hasta que esa terrible enfermedad que vacía a las personas le fue quitando la alegría.
Mi madre fue una mujer ejemplar de la patria puertorriqueña. Gracias a ella aprendí a amar esta tierra en sus vidas minúsculas, silvestres, Fuerte de carácter, empeñada en mantener su independencia y su dignidad, ella misma se cultivó en la pobreza. Sus talentos son los talentos de las manos trabajadoras y pensantes, sin las cuales la vida sería posible, pero muy triste.


Su larga vida tiene ya la forma de un tejido que unió hilos dispersos, cada uno de los cuales contiene la palpitación de una existencia, de un instante que pasó a formar parte de ella, de Ana, de su libro de actos. Esas pequeñas historias son nuestros legados. Las recibimos con alegría, asombro y lealtad. Nos toca cuidarlas.

Primeros párrafos

Recuerdo cuando recibí el envío de mi sobrina. Leí su letra en una nota breve: quizás me interesaría conservar aquellas cartas. No pensé en ...