Eso de hacer listas de los mejores libros del año debería ofender tanto a los incluidos como a los excluidos, si se piensa bien el asunto.
Para mí el mejor libro es el que disfruto hoy, ahora, y tengo la suerte de que sea un "libro viejo", Austerlitz, de Sebald: "Nuestra dedicación a la historia... era una dedicación a imágenes prefabricadas, grabadas ya en el interior de nuestras mentes, a las que no hacemos más que mirar, mientras la verdad se encuentra en otra parte, en algún lugar apartado todavía no descubierto por nadie."
Sustituir la palabra historia por otras palabras (listas, temores, poder, o algún sinónimo convincente), y funciona igual.
Y esta idea, y otras, y otras, se trenzan en una escritura de veras rizomática, de enredadera paciente, con la descripción de uno de esos rincones que rozamos sin mirarlos:
"Me admiró en aquella habitación, la sencilla belleza de las tablas de distinta anchura del techo, las ventanas insólitamente altas, cada una de ellas dividida en ciento veintidós rectángulos de vidrio rodeado de plomo, por los que en otro tiempo apuntaban telescopios hacia las oscuridades del sol y de la luna, la intersección de las órbitas de las estrellas con la línea del meridiano, la lluvia de meteoritos de las Leonidas y los cometas que con sus colas volaban por el espacio".
WG Sebald (1944-19 de diciembre de 2001).