Willy: No puedo creerlo. Sé que es cosa de mujeres,
(risa) tener una amiga inseparable. Que para ustedes nada existe (carcajadas
varoniles) si no se le cuenta a otra mujer, lo sé y lo acepto. Acepto la
perfidia de las mujeres, los impuestos y la muerte (carcajadas histéricas). Lo
que no te perdono es que le hayas contado lo nuestro a una ¡ESCRITORA! Los
escritores machos hunden la pluma en la letrina del alma, las hembras son más
crueles. Qué asqueroso eso de prestarle nuestras fantasías a una escritora como
si fueran toallas sanitarias, no sé qué decirte, mierda, sí lo sé: hemos
terminado...
María: HORROR
(sollozos). Perdóname por no estar a la altura de tus sueños. Resiento ese
comentario sobre la letrina del alma, pero me fascinas, hubiera querido que
nuestra relación durase más que las otras, más que el chat con el japonés
canadiense o el affaire con el fumador de chicharrón de jabalí en polvo,
perdóname...
Willy: No hay nada que
perdonar, María, así son las mujeres. Adieu...
.....
Willy: Hola, María.
¿Estás ahí?...
Carlos: Maríííaaa, say it
loud and there´s music playing...
Willy: Me
encuentro en el aeropuerto de Frankfurt, pasé el fin de semana en Escocia. Otro
congreso de mierda. Los mismos programas de cable TV, las mismas mentas en la
almohada, lo único que cambia en este mundo son los virus informáticos, la
realidad es pura nostalgia, en el futuro nadie echará de menos la pesadez del
cuerpo. Hablando de nostalgia, me alojé en el castillo donde el Dr.
Frankenstein hizo penitencia. Lo han transformado en un aburrido hotel de cinco
estrellas, pero en los alrededores descubrí una taberna donde sirven platos
sanos, naturales, ¡salvajes!. Liebre azafranada ahogada en cerveza, los
perdigones le añaden el zest, escupí dos...
Carlos: Qué puerco...
Willy: Me tragué un montón, te extrañará
que a un ingeniero le encanten las ruinas, le maraville el silencio, el vacío
de los páramos...
Carlos: Jesus Christ
fucking shit, qué nerdo...
Willy: y la carne roja.
Prófugo de hoteles de cinco estrellas, de la esterilidad de tantas alfombras
que nunca ven la boca de una aspiradora, me enardece...
María: ¿¿¿¿Willy???? Qué sorpresa, qué...
Willy: ... seguir las
rutas de la liebre, sorprenderla cuando está a punto de refugiarse en su
madriguera, matarla de una salva de perdigones...
Carlos: Dale con los
perdigones, qué atraso...
María: ... alegría,
jamás pensé que volverías a escribirme, hace dos días que no sé de ti. Después
de aquel sermón (suspiro, pausa)...
Willy: Dos días, una
eternidad (asombro), ¿con quién hablo? Creo que me equivoqué de María. Hay
demasiadas Marías en este planetita. Deberían eliminar ese nombre para que
nadie más lo use... ni una sola María más, ni una Mary, ni Míriames, ni Maríes,
ni Mierdíscolas.
María: Qué bueno que te
equivocaste. Aunque me gustaba más quién eras hace dos días, un propietario de
cabras lecheras residente en Wundowie, suena a viento y maravilla. Esa foto
tuya, calvo, con la mano en la cintura, ese cielo de cinco lunas, las
plantaciones de lavanda, el zigzag de los cuernos de las cabras. Sí, te
equivocaste de María, por cierto, mi amiga la escritora adora tus cartas...
Willy: Horror, la María
indiscreta, he vuelto a caer en la misma trampa, adiós, au revoir, goodbye,
hasta nunca....
María: QUERIDO WILLY (GRITO DESTEMPLADO), foc a tu
egoísmo. Siempre estás de carrerita, cagando fino en la letrina del alma, qué
sabes tú de liebres ahogadas en cerveza. Confiesa que cocinas en microondas...
Carlos: ¿Microondas? Hola
María. Quiero chatear contigo. Debes ser rubia y un poco bizca. Tus lentes,
gruesos. Debes ser rubia como la orina de las liebres. ¿Tienes novio?
Willy: Carlos, who the
fuck is Carlos?...
Carlos: Un macho, pa que
tú lo sepas...
María: ¿De veras? Me
recuerdas al popcorn, si el popcorn hablara usaría palabras como ESAS...
Carlos: Quiero comerme
tus palabras, quiero comerte, eat you, mami...
Willy: Y yo beberte...
Soy catador de vinos. Me la paso haciendo buches, metiendo la nariz en copas
cerradas, escupiendo. Papá decía que ser catador es un desperdicio, como ser
ginecólogo. El catador de vinos es un bebedor triste, el ginecólogo un sobón
impotente. Odio al viejo, lo envenené hace unos días, con arsénico, un veneno
culto. Vivo en un pueblito junto a un puente de piedra, hay buena pesca de
truchas, para no hablar de un millón de liebres, tus palabras me suenan a niña,
pero de ahí a compararte con la orina de un animal hay unas distancias que el
decoro no cruza. Más bien con uno de esos chocolatitos M&M de color
amarillo (sonidos lujuriosos)...
María: ¿Eres tú Willy? (risas). Así que has vuelto.
De nuevo. Ya te había olvidado. Te has puesto más artesanal. Acaba de entender
que chatear no es compatible con ese estilo comemierda de vendedor de
antigüedades. Me sorprende tu inocencia, soy María, la indiscreta, volviste a
caer en mi trampa. No he cumplido 18 años, no soy gruesa ni blanca ni amarilla.
Nunca he comido liebres ni truchas. Soy joven, mi dieta es otra (sonrisa). No
te vayas, tu turno, Carlos...
Carlos: Ni catador de vinos ni experto en
computadoras: estudiante de medicina nuclear, bichita mía. Eso sí, puedo darle
lecciones de fidelidad a este viejo que cambia tanto como una partícula
subatómica. Apuesto a que tiene por lo menos 25 años. No se puede confiar en
alguien que ha sobrevivido en este planeta la friolera de 25 años...
Willy: ¿María, la María amiga de la escritora? Mujer
falsa y vulgar, cloaca de la falsedad, vagina cancerosa apestosa, arpía, yo
desconozco la prisa, mis horas se alargan bajo la sombra virgen de un eucalipto
centenario sobre una llanura donde el sol no se pone nunca. Víbora, tus amos,
las ratas de Wall Street, no liban en mis horas inodoras. Pero tú no respetas
al Poeta, ni al estado del tiempo, ni a la cloaca de tu madre. Ayer eras una de
esas vaqueras apestosas de Texas que cuando se quitan las botas siembran muerte
y desolación. Hoy eres una muchachita flaca y prieta (trompetilla). Adiós
María, detesto tus trampas. Ese Carlos es un idiota, te merece...
María: QUERIDO WILLY,
ESTOY HARTA DE TI. Me cago en tu estilo, espero que no vuelvas a cruzarte en
mis chats...
Te regalo unos pensamientos de
mi amiga la escritora...
La biodiversidad es el negocio
del futuro...
La
selva lacandona es un banco genético...
A Dupont le interesa
conservarla...
Willy: Qué barbaridad,
no soporto lo que escriben las mujeres... ¿Quo cohaerentia?
.....
Carlos: Ahí viene, ahí viene...
Willy: Ahí viene, ahí
viene...
Carlos: No grites, coño. Se ve explotá, acabará con
nosotros...
Willy: Es una webmistress sensible. Nos leerá antes
de matarnos. Con tal de que copie mi receta de liebre azafranada ahogada en
cerveza...
Carlos: Qué asco. Se ve a
la legua que es una tipa cool, no le gustarán tus porquerías. Prefiere los
chocolatitos M&M...
Willy: Silencio...
Regresa a su estación de trabajo tras fumar en
compañía de Leo, el ocupante del cubículo vecino. Además de inhalar un montón
de substancias tóxicas se ha llenado la vista de belleza. En un día claro de octubre,
a las tres de la tarde, alrededor de la agencia, los campos de Virginia
destellan los rubores del otoño, revuelcan la nostalgia del cuerpo, evocan los
encantos cuestionables de una vida rústica, la aburren hasta más no poder.
Acaba de
sentarse cuando le llegan por e-mail las instrucciones precisas, un mensaje
breve y cínico: “¿Qué haces que no trabajas, centella? Inventa un nuevo sistema
para atrapar asociaciones pertinentes. In other words, escribe otro cuento”.
Ella escribe cuentos que sirven de señuelo para
cazar terroristas y luego los lanza a los chats, esos foros sin ley donde todo
el mundo miente. El otro aspecto de su oficio consiste en analizar las
respuestas recibidas y distinguir las fantasías peligrosas con don de
replicarse de las imposturas infértiles.
La última ronda había tenido resultados
decepcionantes, aunque aquella mención de la liebre en cerveza podía ser un
código secreto para nombrar un arma destinada a llevarse por el medio el
aeropuerto de Frankfurt. Archivaría solamente ese mensaje de Willy.
En cuanto a los otros, acababa de recibir unas instrucciones
despiadadas: exterminar los que no pudieran asociarse, más allá de toda duda,
con la mentalidad pantanosa de los terroristas. El jefe le daba más importancia
a organizar la fiesta de navidad que a
las miles de historias atrapadas en los chats.
Pensó en Willy, con pena.
De Carlos ni siquiera se
acordó. Era un pobre hombre.
Un olvido imperdonable, que tendría
consecuencias incómodas días después, ya que el patán de Carlos, hacker rencoroso,
les devolvería un virus creado por los programadores de la Agencia incrustado
en un poema dedicado a ella: “Amor de mis amores, sangre de mi alma, regálame
las flores de la esperanza, bicha, te vua matal”... El virus se alojará en los
sistemas desprevenidos, devorará decenas de cuentos y miles de poemas. En esta
aburrida tarde otoñal a ella no le pasa por la mente la posibilidad de una
catástrofe semejante.
Suspiro, eructo, puñado de
M&M. Adiós para siempre a Willy y a sus identidades infinitas. Un golpe de
tecla los hace nada. Clic. Siente frío, se pone la bufanda, cierra los ojos.
No ha aprendido a resistir el encanto de las
palabras ajenas, mucho menos el de sus propias palabras. A cambio de un sueldo
cómodo y de un círculo amplísimo de lectores le vendió su alma al diablo y el
diablo la hizo Dios, es decir, escritora bien pagada y anónima.
A veces recuerda las casitas rosadas y verdes
de Santa Isabel. Malditas.
Para dar forma al cuento del día partirá de una
idea verosímil, pero no tanto: en un laboratorio de la CIA se inyectan
ejemplares de una especie amenazada de liebres híbridas a fin de rastrear en
sus frágiles organismos los efectos secundarios de una cerveza belga elaborada
con cilantro. Un buen anzuelo que morderían, hundiéndose en las listas de
sospechosos elaboradas por la Agencia, un par de ambientalistas ingenuos, de
esos que bien manejados y a la menor provocación pueden tornarse en individuos
peligrosos.
Empieza a golpear las teclas, a derramar el
cuento de las liebres en las aguas del chat. Esta vez se arriesgará un poco
más. Ya no usará el seguro apodo de María, sino un seudónimo peligroso, muy
cercano a su propio nombre.
Emma Bovirtual: Hola, compañero. ¿Estás ahí? Me llamo Emma,
nunca he participado en estos chats, soy desconfiada por naturaleza, pero me
envenenan las injusticias. Lee lo que sigue y dale forward. Susy lapinus,
una rarísima especie de liebre manipulada genéticamente por la compañía
nigeriana Atacalaquellacae y abandonada luego a su suerte en las rocosas
praderas de Escocia, asoladas por cazadores y especuladores sin principios, se
está inoculando como conejillo de Indias, o más bien liebre de Escocia, para
satisfacer la vanidad de unos científicos corruptos, de unos mercenarios bien
pagados por los servicios de inteligencia del capitalismo seductor...
Está prohibido fumar en los cubículos, pero el
jefe está más ausente que nunca y tanto ella como sus compañeros saben
desconectar los detectores de humo. Fumar alivia cuando se padece el
insoportable tiempo de la espera en la trama
amenazadora de una red de palabras rodeada de vacíos abismales. Media
hora después nadie ha respondido. Leo la invita a tomar un trago y pasar la
noche en un motel cercano y aunque le gusta el pelo rizo del muchacho y su
desastrada forma de besarle, morderle y lamerle los pies hasta llevarla al
paroxismo, le dice que prefiere terminar el cuento. Desliza los dedos sobre el
teclado dispuesta a seguir inventando atrocidades sobre la cerveza y las
liebres.
Aburrida con su propia escritura, se le ocurre
que el tema de las liebres no le interesa a nadie. Demasiado fino,
excesivamente culinario, espantosamente banal. Como escritora soy una farsante,
se angustia. Dejando a un lado la horrorosa conciencia de su falta de talento,
piensa que siempre hay que probar las trampas de la seducción por aquello del
control de calidad y nadie más indicado para hacerlo que quien las tiende,
aunque sea para ilusionarse con la estupidez de que ningún cazador las
construye más peligrosas.
Temblando recuerda a uno de sus terrores, al
hombre que desde su frágil condición de criatura de papel la provoca hace más
de un siglo, un personaje siniestro capaz de quitar el aliento y dar la muerte
con un beso. No ignora el peligro que corre cuando echa a volar los dedos sobre
el teclado. Olvidando la historia de Suzy lapinus, escribe el nombre del
hombre, copia las palabras de amor que quisiera leer.
Al instante recibe una respuesta que le provoca
un espanto voluptuoso.
Rodolfo: Emma, Emma, apuesto a que aquellos ojos
negros se te han puesto amarillos como la orina de las liebres. Al fin me
encuentras, bicha...
Emma: ¿Leíste mi carta? No culpé a nadie, ni
siquiera a ti.
Rodolfo: No recuerdo, han pasado más de 150 años,
tenías una letra feísima, prefiero el teclado a la mano.
Emma: ¿De veras? Antes no te disgustaba que usara
las manos. Te llamé para saber qué opinas sobre la biogenética.
Rodolfo: Es una buena hembra, pero tampoco sabe
acariciar. Oye, no me hagas perder el tiempo. Estoy muerto, pa que tú lo sepas,
bicha.
Emma: Te compadezco, no vales más que los otros.
Pues lo siento, ni eso te salvará de caer en mis redes antiterroristas.
Rodolfo: ¿Terrorista yo? Estás loca, yo inventé a los
terroristas...
Emma: Me da igual. Para mí eres un nombre en una
lista. Escribo para engordar mi cuenta bancaria.
Rodolfo: Una cuenta que yo sabré despedazar de un
plumazo. Eres una lesbiana reprimida, como todas las hembras voluntariosas. Yo
te hice mujer y ahora me injurias por un motivo miserable. Aquella tarde no
tenía los tres mil francos, pero ya que tanto te interesa el dinero estoy
dispuesto a autorizar una transferencia electrónica por esa suma, ni un franco
más ni uno menos, a cambio de que disfrutes una noche de amor con mi cadáver.
Emma: El polvo enamorado de un canalla.
Rodolfo: Tuya es la última palabra, decide.
Emma: ¿La última?
Rodolfo: Lo que oyes, la última.
Emma: Clic.
(Continuará...)
1 comentario:
Marta:
Esto es genial.
Y aquí es lo único que puedo decir.
Lo demás, inbox en facebook.
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