jueves, 5 de diciembre de 2019

Invitación al desvío; literatura de países pequeños (tercera parte)






Viajemos a Barbados, un archipiélago de 166 millas cuadradas con 280,000 habitantes. La capacidad expansiva de ese lugar literario confirma una intuición de la novelista jamaiquina Erna Brodber: “la palabra abarca espacios enormes”. El catálogo de la editorial Peepal Tree Press cuenta con 11 autores barbadenses. Además, Barbados es el archipiélago natal de dos autores que a falta de una etiqueta más matizada habría que llamar fundacionales: Kamau Brathwaite y George Lamming, poeta, narrador, teóricos culturales y ensayistas. De un país tan dominante escojo un texto de género emergente. Se trata de una literatura híbrida, que en inglés se llama “speculative fiction” y en español, algo anacrónicamente, ciencia ficción, aunque también se dice  ficción especulativa. En las Antillas hispanohablantes la cultivan autores como Pedro Cabiya, Rafael Acevedo, Luis Othoniel Rosa y Rita Indiana. Esos autores, el cine distópico, y películas fantásticas como Black Panther, son las  comparables de la novela que comentaré.
Antes, compartiré una cita de la antología New Worlds, Old Ways: Speculative Tales from the Caribbean, editada por Karen Lord: “Quienes viven seguros pueden disfrutar distopías implacables en la ficción, pero esta región sufre crisis económicas y climáticas y una historia ensombrecida por el genocidio. Veo con cautela y cansancio cierta literatura que describe la total extinción, física o cultural, de pueblos que aún luchan por sobrevivir… La voz de nuestra literatura testimonia que, a pesar de los desastres, esta región, estos pueblos, no serán destruidos.”
Karen Lord nació en Barbados y reside en Canadá. Su primera novela, publicada en 2010, describe una comunidad imaginaria, de filiación, en clave fantástica, con los relatos tradicionales africanos. Comparte con uno de los regalos del poeta, la novela de la guadalupana Maryse Condé, la poderosa tradición cultural de la cocina. Se titula Redemption in Indigo, y tiene la gracia de las lecturas infantiles: induce a la suspensión animada de la incredulidad. Para la lectora mayor, se añade el descubrimiento de una voz que  interviene con total desenfado para defender sus estrategias narrativas. Una griot obstinada cuenta las peripecias de un choque entre un personaje de mujer con extraordinarias dotes de cocinera y un djombi, poderoso espíritu de las fuerzas caóticas. Se entretejen las técnicas de efectos visuales de juegos y teleseries con un paisaje de aldea próspera y vivaz. Se confunden los tiempos en un primer plano narrativo que aproxima escenas de épocas distintas. Las secuencias se sitúan de manera paratáctica, en el mismo plano, y afloran en una temporalidad inubicable.  Ese tiempo total es el regalo que me brindó su lectura. Lo asocio con los relatos tradicionales contados por la novelista AS Byatt, pero  con aliño de efectos especiales cinematográficos.
De un libro como el de Lord, donde la escritura de la catástrofe remite al poder de la mujer, pasemos la página a Dominica, isla de escritoras, que en su materialidad física tiene 290 millas cuadradas y aproximadamente 73,000 habitantes. La isla se hizo libro en los escritos de  Jean Rhys, Elma Napier, y Phillys Shand Allfrey. Jamaica Kincaid situó una de sus novelas en Dominica. Impresiona la densidad mitopoética de  un paisaje poblado por cimarrones y caribes, pródigo en selvas y cuerpos de agua, todo un paraíso que al día de hoy se vende como un subterfugio para no pagar impuestos y comprar la ciudadanía (“citizenship by investment program”), y cuya página oficial pregona la supremacía de la familia y de Dios en el orden social.

El lugar de la mujer blanca en el complejo ideológico de raza, género y prácticas reproductivas que sostuvo los fundamentos morales y legales de la economía capitalista, sobresale en los libros de las autoras mencionadas. En primer lugar cronológico figura Elma Napier, una inglesa aristocrática que bailó con el príncipe de Gales en aquellos años veinte europeos que también vivió Rhys, de otra manera. Napier se estableció en Dominica poco antes de la Segunda Guerra. En su libro de memorias Black and White Sand, relata los placeres de una mujer blanca y adinerada en el trópico. Phillis Shand Alfrey, otra mujer blanca, (las clasificaciones cromáticas son siempre engañosas, y en esa imprecisión radica el misterio y terror de la identidad racial) nació en Dominica. Fue socialista y activista y escribió The Orchid House, una novela de amor a la isla. No es ese el caso de la oscura y brillante escritura de Jean Rhys, a quien en un tiempo se le cuestionó la identidad de autora caribeña. Wide Sargasso Sea, lo sabemos, es una novela de primer orden y no cabe negarle lugar en el corpus de las literaturas caribeñas. Como novela clásica no necesita comparable.




No hay comentarios:

Primeros párrafos

Recuerdo cuando recibí el envío de mi sobrina. Leí su letra en una nota breve: quizás me interesaría conservar aquellas cartas. No pensé en ...