Quisiera no abrir la puerta, las variaciones del azul, los ojos de ella mientras el hombre blanco la cubre sin palabras, olvidando derramar su semilla en tierra. Él le pregunta su nombre, ella se lo dice al oído. Lo odia sin reparos, con una pureza inocente, con un rencor animal. No acepta la moneda. Escapa. Se fuga. Pare una hija, pare más. Todos la abandonan. Trabaja hasta el delirio. En el hospital donde ella murió nadie sabía su nombre. Sus huesos se desintegran en una tumba anónima. En el hospital donde murió él nadie oyó su última palabra. Sus huesos se pudren en una tumba espléndida.
Es curiosa la insistencia de las palabras. Anidan en cualquier cabeza.
1 comentario:
Estableciendo contacto, por medio del blog!
Saludos, Yarisa
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