Quizás por mi edad, y por la vuelta al 1898 (la experiencia que una junta dictatorial nos regala,
ubicándonos en una máquina del tiempo, en viaje de regreso a la época de las
colonias clásicas y las escrituras de Kipling y Stevenson, venerados por Georgie
Borges) he tenido la experiencia, paseando ayer por el pueblo, de que me
encontraba en los años cincuenta del siglo anterior, cuando las mujeres familiares eran flacas, pequeñas,
ajadas, con melenitas hasta los hombros, caras largas de pómulos salientes y sonrisas
acogedoras.
Hoy desperté buscando archivos
de novelas no natas, de proyectos abandonados. Encontré ocho páginas de Borinquen
Fields, un relato que hubiera intentado reconstruir la comunicación triangular que
existió durante la segunda guerra mundial entre la base Ramey de Aguadilla, la
ciudad de Recife en Brasil, y Dakar, en Senegal. Comparto las líneas iniciales
de dos capítulos ambientados en Dakar, mismos
que me había propuesto escribir a imitación de la novelista Amina Sow y el cine
de Sembene. Dedico el corte minimalista a Bruno Soreno.
Capítulo III
Qué feos son los mendigos, piensa Amina, y qué
raro que los festejen tanto hoy y que los desprecien tanto el resto del año.
Para que se cumpla el destino de tu padre es imprescindible agasajarlos. Sólo merece la riqueza quien es generoso en sus dádivas. Pero nosotros no somos ricos,
ni comemos tan bien, responde Amina. En el bautismo de Kia no se consumieron
golosinas ni arroces con carne y mucho menos estas cantidades de nueces de
kola. Justamente, niña. No hables más y sirve.
El calor acentuaba la espesura impenetrable de
los cuerpos. La casa había dejado de ser invisible por espaciosa y familiar para hacerse irreconocible.
Capítulo VI
En Senegal hubo un santo capaz de escribir varios
poemas distintos de un solo trazo de la mano. No es necesario decir su nombre.
2 comentarios:
"Hoy desperté buscando archivos de novelas no natas". Querida Marta, que frase potente y luminosa. Abrazos.
Gracias, Andrea, por recibirla.
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