viernes, 31 de diciembre de 2021

Espacio teselado, desde el café Evergreen

 


Marta Aponte Alsina


Una antología poética de Haroldo de Campos lleva por título Hambre de forma  (Veintisiete Letras,  2009).En una poética vanguardista autorreflexiva la forma se busca en la descomposición del lenguaje habitual; deshaciendo el lenguaje para revelar sus elementos y funciones.

Aurea Sotomayor Miletti es una escritora extraordinaria, una de las grandes autoras latinoamericanas y caribeñas. Lo es por la constancia de un trabajo abundante, prolijo y sostenido que no pierde líneas fundamentales de continuidad y calidad desde su primer libro, Soñando mi sueño de madera, y porque ha escrito ensayos sobre autoras y autores, como quien se acerca a la biblioteca para encontrar interlocutores y adversarios. En sus ensayos críticos asume la lectura no solo como tarea de visibilización y reconocimiento de la otra, sino como una disciplina que desarma, examina y rearma poéticas.

El registro es prolongado: los poemas de juventud, melancólicos; el erotismo decadentista, refinado, durasiano de Rizoma. El rizoma mismo como mapa de un proceso engañosamente espontáneo, pulido, trabajado eufónicamente. El monumental libro de ensayos críticos Femina faber; incisivo, mordaz, alejado de los lugares comunes de la crítica, compone una serie de ensayos semejantes a alegatos legales; rigor demoledor de cierres habituales, de lugares comunes;sus estudios sobre poesía puertorriqueña.

Seguir su trayectoria de crítica y poeta es seguir algunas marcas del mapa de la literatura puertorriqueña. En este su libro más reciente, el desafío a la forma, a la arquitectura del poema, a la geometría del verso, al diseño del ala, exhibe el violento y ominoso presente de la especie humana y sus dominios, su voracidad, su hambre no ya de forma, sino de muerte. La muerte es eso, pérdida de la forma. Y la búsqueda de forma en la violencia tiene también una dimensión viral, de tristeza, con rastros del desastre. El cadáver de una mujer en el desierto. Los cadáveres de niños muertos. La destrucción de pueblos como moneda de intercambio en el mercado de poderes y pesos. Y la luz de un café Evergreen que podría ser una casa de espantos o un paraíso artificial.

Lo impresionante de la voz poética es que sin evadir la desolación, la soledad y las cumbres enrarecidas del mundo académico, se sostiene aplomada y muy presente sin sentimentalismo, como testigo de atrocidades. Hay nombres que ya son significantes en más de una lengua, George Floyd, Ebenezer Church, la iglesia donde ancianos negros acogieron a un demonio fabricado de obsesión blanca. O la sinagoga de Pittsburgh, la ciudad de otros hábitats de la autora. Pittsburgh con sus guetos, sus bosques y una librería de viejo. Y la residencia de sus padres en Puerto Rico, donde el jardín no acaba de perder la forma que le impartieron las manos de la madre, y sobrevive.

Ahí queda el registro de la mirada del guardián adiestrado como un perro monomaníaco para evitar el acercamiento a las obras del museo Frick, mansión neoyorquina de quien fue uno de los máximos explotadores de los cuerpos que trabajaban en sus fábricas en Pittsburgh. “Robber baron” a la manera de  los Carnegie, de un puñado de fundadores de fundaciones que aspiran al libertarismo del privilegio:  desmantelar el estado, instalar la caridad a cuenta gotas. Anarquistas a su manera prepotente, porque fue la lucha de las mayorías, reconocida por la ley, la que les opuso unas reivindicaciones mínimas. A poco más de un siglo de la guerra contra los trusts, vuelven por sus fueros de robber barons del siglo XIX.

En ese contraste entre el aplomo del ojo que ve, la piel que recibe y la memoria que apalabra, está el envío. La poesía persigue el rastro de la luz, la fijación del instante pasajero que esa mirada humana registra y traduce. La lección de la maestra está en la forma, en la experiencia captada y transformada a pesar de. Es la paciente insistencia en dar forma al dolor de morir y ver morir, al caos, a la fugacidad. Será que la belleza de canibalizar, descomponer, perseguir y rearmar unas formas es lo realmente  humano. No el coleccionismo de objetos inaccesibles y apresados en el museo deformado por el devorar, sino en lo instantáneo y fugaz que reaparece y se pierde, librándose del ansia de poseer. 

La poesía de Áurea Sotomayor Miletti no cabe en una reseña de unos versos de uno de sus libros. Merece un libro cuidadoso, desde múltiples miradas lectoras. No necesita esta reseña.

Cierro con uno de los poemas breves del libro, en estos días de luz húmeda que marcan el umbral entre años, y añado el recuerdo de otras navidades, y una imagen recurrente que también evoca una ocurrencia de la poeta, quien comparaba el ejercicio de la crítica necesaria con la agilidad del atleta:

Fibras

No se trata tan solo de la cosa

es decir, del lagarto y de su ciclo;

el encadenamiento de visiones

y el pasto seco sobre el que reposa

 

Es decir, que la luz repara

las protuberancias de sus cortes

en contraste con la zona del suelo,

las entradas en la visión desde esa forma,

las sucesivas emanaciones

que allí pasan.

 

Estaba el sol en su cenit.

(Fibras, en Espacio teselado, 2021)

 

Y desde esa forma cíclica, saltar a otra punta del rizoma, compartiendo un poema escrito en la luz de otro año viejo:

glosas de lagartijo

la gravedad, o sea la gravedad

el lagartijo,o sea, la quimera


Si un lagartijo perdiera su rabo,

ese equilibrio maravilloso

donde el abismo se niega a caer

y se soporta en peso,

en frágil piel de aguja.

Si entonces le cesaran la verja,

el alambre donde hace de su vida

apoyo

donde habita

retando las normas del vacío:

la gravedad que para él es solo

un espejismo

un fragmento de ilusión

cortado con su látigo.


(No sabe que la posibilidad es un apoyo

y es también la imperfección de una peca).


Si luego decidiera alambrarse

vivir no improvisándose,

fijarse en su estatura

e inflexible,

negarle a su cuerpo su retórica.

Su maravilla cesada,

¿se reconocería en gravedad,

y ya en el centro mismo

transformaría su horizonte

en algo demasiado firme?

(No sabe que las preguntas son respuestas,

que luego son quimeras).

(glosas de lagartijo, Velando mi sueño de madera, 1980)

 

 

 


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