Los reconocí. Eran los niños de mi infancia, era la
odalisca dormida con una pipa de agua en la mano, sumida en sus paraísos
sagrados, acaso pueriles, bajo la mirada atenta de otro esclavo. No recordaba
al niño de dientes expresivos, coronado con una guirnalda de uvas, que
Geraldine identificó, de inmediato como el Caravaggio perdido. Para tener
cuatrocientos años se conservaba demasiado bien.
También encontramos tu retrato, mutilado. Te habían
arrancado los ojos. Tan pronto te vi, tirado en el piso, a merced de los gatos
y las ratas, te reconocí. Eres el cuadro que ocupaba la cuarta pared de
la biblioteca de Alberto.
En el dormitorio de Josefina hubo un espejo art
nouveau de marco dorado irregular. Ya no estaba el espejo, pero sí la huella de
su torcida presencia. Gabriel pulsó un clavo casi invisible, empujó con los dedos
y se abrió una puerta. Con las narices apretadas, lo seguimos mientras bajaba,
linterna en mano, por una escalera estrechísima. En una esquina de la recámara
tenebrosa se apoyaban los cuadros, que a la luz de la linterna fueron
despertando. Me llamó la atención la imagen de una mujer en camisa de dormir
que se dirigía a un interlocutor invisible, cerrándole el paso a una habitación
encendida por un débil resplandor. Al dorso del cuadro había una leyenda y una
firma: Primero pasarás sobre mi cadáver, Ramón
Casas. El más maltratado era tu retrato. Te llamas Nen pompeiá.
Estás de pie soplando una flauta doble en una calzada romana salpicada con
rosas blancas y rojas. Tienes el cuerpecito largo y la cabeza adornada
con una guirnalda. Un cegato podría confundir tus testículos blancos y el pene
con un pajarito hambriento sacando la cabeza del nido.
4 comentarios:
La ilustración reproduce un óleo de Arcadi Mas, pintor catalán del siglo 19, y pertenece a la colección del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Utilizada con autorización en la edición impresa de Sobre mi cadáver.
acabo de leer tu novela de un tiron. es extraordinaria.simplemente, extraordinaria....gracias.
jose quiroga
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