El 24 de marzo de 1936 Miss Enriqueta Vázquez, con
dirección de remitente en el 108 W. 91 Street de la ciudad de Nueva York, envió
una carta escrita en inglés a los propietarios de la Hacienda Aguirre. A Miss
Vázquez le interesaba saber los nombres de los últimos dueños de una plantación
que había sido propiedad de su padre y de la única hermana de éste, la esposa
de un abogado español llamado, según ella, Modesto Lafuente. Mencionaba la
posibilidad de que Aguirre hubiera sido vendida por el esposo de alguna de las
hijas del matrimonio de su tía, es decir, por una de sus primas.
Para reclamar linajes de hispanidad
Miss Vázquez escribía en inglés. La
correspondencia en inglés cruzada entre criollos trae a la memoria todo
un clima de veneraciones “hispánicas” en Estados Unidos: la creación de
departamentos de “hispanic studies” en ciertas universidades, la fundación de
la Hispanic Society no muy lejos de la zona donde residía Enriqueta, la
ideología panamericanista como
potenciadora del entendimiento entre Norte y Sur. Incluso el domicilio
de Enriqueta Vázquez refleja la expresión material de su identidad “hispanic”.
Es un edificio de estilo neorenacentista diseñado en 1927, nueve años antes de
la fecha en que se escribió la carta, por la firma de arquitectos Gronenberg y
Leuchtag. Todavía está en pie. Se
anuncia como “boutique bulding” de nueve pisos y 38 unidades.
Le respondió Marcelo Obén,
administrador de Aguire, con una carta escrita también en inglés. En ella
informaba los nombres de los firmantes del documento de compraventa del 10 de
febrero de 1899. Miss Vázquez le contestó con una segunda carta donde consta el
testimonio de oídas de la solitaria descendiente de una familia española o
criolla, que había sido propietaria de terrenos en la isla, el paisaje en
hilachas de los afectos de una vieja, tejido con los retazos de imprecisas
grandezas.
Enriqueta tenía una escritura lenta
y grande; recta, trazada con la regla de una postura señorial y letras
iniciales adornadas con rabitos. Según ella el Edgardo Vázquez mencionado por
Obén y firmante de la escritura era hermano de su padre, pero solo por el lado
materno, lo que no explica la coincidencia de apellidos paternos. Como quien va sugiriendo la presencia de
algo turbio en la transacción realizada por Edgardo Vázquez, comparte una
anécdota: “Also I would like to further state that in 1903, or thereabouts, I
visited Guayama and found the family of Mr. Edgardo Vázquez in evident penury,
which seems incomprehensible in view of your statement. But I do not know the
year of his mayorship, a still unverified information. Reconsidering, I am led
to believe that he and the other gentlemen held powers of attorney conveyed
from Spain, the family absenting themselves due to the change in government.”[1]Parientas
pauperizadas, a semejanza de las mujeres de las mejores familias que
despertaron la caritativa simpatía de Alice Bacon.
¿Quién fue el padre de Enriqueta, a
quien ella no menciona por nombre, aunque reclama que había sido el dueño de
Aguirre, una propiedad íntegra e indivisible? Todo indica que fue Enrique
Vázquez y Aguilar, el hermano de Antonia Decia, heredero de un predio adyacente
a los terrenos de su hermana. El predio hipotecado pasó de un hacendado a otro
–fue propiedad de Amorós Hermanos, A. Hartman y Co., Gerardo Cautiño Vázquez y
Gaspar Palmer. Tras numerosos trámites de hipotecas y saldos llegó a ser
propiedad de Ignacio Rodríguez Lafuente, esposo de Antonia Decia y cuñado del
padre de Miss Vázquez. Si lo anterior coincide con las escrituras de compra y
venta de Aguirre, queda en el aire la identidad de Edgardo Vázquez y Aguilar,
el tercer firmante de la escritura de venta a Henry DeFord. ¿Pariente de
Antonia Decia y Enrique, no mencionado antes en las escrituras, y que Enriqueta
relaciona con el lado materno, con el título de Alcalde de Guayama y con la
miseria de su familia?
La confusión más sugerente de Miss
Enriqueta la lleva a reclamar un parentesco político con el historiador y poeta
español Modesto Lafuente. Sin embargo, el Lafuente que aparece en los
documentos era, vale repetir, Ignacio Rodríguez Lafuente, casado con Antonia
Decia y padre de Ignacio Rodríguez Vázquez, el abogado joven que firmó las
escrituras de venta a Henry DeFord en representación suya y de sus hermanos y
hermanas menores de edad. El mismo Ignacio Rodríguez Vázquez a quien doña
Enriqueta no conocía a pesar de ser su primo hermano.
De cómo se coló en la trama de
Aguirre la figura del historiador y periodista español Modesto Lafuente quizás
se explica por el clima de los tiempos, aunque tampoco hay que descartar la
posibilidad de un parentesco que Enriqueta Vázquez reclama con donaire: “Of
course you surely know that the historian Modesto Lafuente has a niche in
annals of literature,” le escribe a Obén, intuyendo que el destinatario solo
sabe algunas cosas sobre el cultivo de la caña y que en lo tocante a linajes
era cerrado de entendimiento. Marcelo Obén no debe haberse ofendido por la
airosa ironía de la vieja, porque le importaba un pepino no haberse enterado de
la fama añeja del historiador Modesto Lafuente, a quien ella confundía con
Ignacio Rodríguez Lafuente, su tío político. Valdría la pena seguirle la pista
al hilo de doña Enriqueta, pero Obén no tenía tiempo para leer ni un pasaje de
la Historia general de España, país
achacoso. Él era el administrador nativo de Aguirre, todo un destino. Si se
escribiera la biografía novelada de Obén, habría que contarla al ritmo de la
evolución de la compañía donde trabajó desde joven. Ya en 1919 Charles Crehore,
el compañero de clase de William Sturgis, que aparece involucrado en
transacciones de compraventa de los terrenos desde 1905, el año de la muerte de
William, le otorgó un poder de representación a Marcelo Obén en una transacción
de venta de terrenos a Luce and Company, Sociedad en Comandita.
Marcelo Obén tuvo la gentileza de
despachar a Miss Enriqueta Vázquez con una carta donde comentaba que no se
podía hablar con precisión de Aguirre, pues había más de un sector con ese
nombre, y que las transacciones eran más de una. La multiplicación de los
sectores llamados Aguirre provoca el asombrado sarcasmo de Enriqueta: “You wish
to call my attention to the fact that there are other Aguirre plantations”. Da
lástima pensar en la vieja que llega a Puerto Rico en busca de parientes, y
quizás de las glorias de su padre y encuentra unas mujeres empobrecidas que no
le dan pistas sobre la identidad de sus primos, los hijos e hijas de Antonia
Decia, la heredera de Aguirre. Dudo que
Obén se tomara la molestia de contestar a su fantasiosa segunda carta, y no
solo por desinterés, sino por astucia leguleya. Es normal que la imaginación de
una vieja interesada en el estudio de una herencia paterna despierte la
suspicacia de un administrador malicioso. Con todo, no se puede negar la
cortesía de su escueta respuesta a la primera carta. Obén reconoció que
Enriqueta era una doña.
El administrador de Aguirre no tuvo
la misma deferencia con otra vieja apellidada Vázquez, sin la letra grande,
recta y aplomada de doña Enriqueta. La segunda vieja no sabía escribir, y aún
así había heredado un pedacito de terreno en los predios de Aguirre, el cantito
de tierra que quizás añoraba la señorita Enriqueta cuando azotaba sus ventanas
la ventisca de los inviernos neoyorquinos. La segunda vieja, Juana Vázquez, no
sabía de letras ni de historiadores. El documento que lleva su nombre no lo
escribió ella, aunque los detalles suenen a su voz. Además de firmar con una
equis la obligaron a dejar las flacas huellas de sus dedos pulgares,
identificados como tales: pulgar izq. y pulgar der. Ese documento no puede
resumirse. Hay que leerlo:[2]
Yo, JUANA VÁZQUEZ, bajo el más
formal y solemne juramento, digo:
Que soy mayor de edad, soltera y
vecina de la finca Aguirre de Salinas, P. R.
Que
hace mucho tiempo heredé de mi padre, Ricardo Vázquez, una casa forrada y
techada de zinc en la finca Aguirre, propiedad de Luce & Co., S. en C.,
cuya casa la construyó mi citado padre con el consentimiento de los dueños de
dicha finca Aguirre y además heredé y posteriormente sembré, cerca de dicha
casa, una finca de guineos y otras matitas y unos árboles que hay allí
sembrados.
He
decidido vender dichas siembras, plantaciones y árboles y desbaratar la
referida casa y llevarme los materiales de la misma, lo que hice en el día de
hoy, por lo que hago constar por el presente documento que vendo, cedo, enajeno
y traspaso a Luce & Co., S. en C., la referida finquita de matas,
plantaciones y árboles de todas clases sin excepción de clase alguna que puedan
existir en el referido sitio de la finca Aguirre y que me pertenecieran por
herencia o por haberlos yo misma sembrado, contrato de compraventa que efectúo
por la suma de $100.00 (cien dólares), cantidad que recibo en este acto del Sr.
Marcelo J. Obén, en buena moneda de curso legal americana, actuando dicho señor
en representación de Luce & Co. , S. en C.,
por cuya suma le otorgo la más formal, eficaz y cumplida carta de pago
conocida en derecho, comprometiéndome a jamás edificar casa alguna o sembrar cosa
alguna en dicha finca de Aguirre o en cualquier otra finca propiedad de o
arrendada a Luce & Co., S. en C., ya que reconozco que dicha entidad no
quiere ni desea que terceras personas edifiquen casas o hagan siembras de clase
alguna en su finca.
Y
para que así conste, juro y firmo este documento en Aguirre, P. R., hoy día 5
de diciembre de 1945.
[1] “También quisiera indicar
que en 1903, aproximadamente, visité Guayama y encontré a la familia del Sr.
Edgardo Vázquez viviendo en la miseria, lo que me parece incomprensible a la
luz de lo que usted informa. Pero desconozco el año en que fue Alcalde (de
Guayama) un dato pendiente de verificación. Pensándolo bien, me inclino a creer
que él y los demás caballeros tenían poderes suministrados desde España, adonde
se había mudado la familia debido al cambio de gobierno.” La carta original
está depositada en el Archivo de Arquitectura y Construcción de la Universidad
de Puerto Rico.
[2] El documento original firmado por doña
Juana, así como las cartas de doña Enriqueta Vázquez, están depositadas en el fondo
de la Central Aguirre, en el Archivo de Arquitectura y Construcción de la
Facultad de Arquitectura, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.
2 comentarios:
Greetings,
Allow me to introduce myself, my name is Romina JORGE RODRIGUEZ, granddaughter of Modesto RODRIGUEZ VAZQUEZ son of Ignacio RODRIGUEZ LAFUENTE and Antonia Decia VAZQUEZ AGUILAR, last spanish owners of the Hacienda "Aguirre" in Salinas, PR.
For a few years I have been trying to trace and collect information about my ancestors who lived in Puerto Rico. Which led me to your article in your blog Angelica furiosa, “Parcelera” del sabado 17 de marzo del 2018. This article was a mine of information for me, that is why on the one hand I wanted to warmly thank you 63for your research and on the other hand I would like to share my research .
Effectively, by mid 19th C (ca. 1850), Antonio José Vazquez (married to Enriqueta Aguilar), a wealthy resident and member of a prominent family in the nearby town of Guayama, was granted lands he had solicited in the Aguirre ward, and established the muscovado sugar-producing Hacienda Aguirre. By 1859, the Vazquez Aguilar family was the largest landowner in the area of Aguirre, and reportedly owned an hacienda with a sugar mill. Following the death of the founder of the hacienda, Antonio José Vazquez, his daughter Antonia Decia, and her husband Ignacio Rodriguez Lafuente, inherited the hacienda, registering it in their name as "Nueva Hacienda Aguirre" sometime between 1879 and 1895 (Rodriguez y del Toro 1993a:l; Vazquez Bernard 2000:71, 82).
In her letter written in 1936, Miss Enriqueta Vazquez, was not entirely wrong.
His father Enrique Vazquez is indeed the brother of Antonia Decia Vazquez Aguilar. He was married to Isabel Rivera and with their children moved to Manhattan around 1894.
For her part, the sister of Enrique Vazquez, Antonia Decia married Ignacio Rodriguez Lafuente, a lawyer from Mayorga de Campos in Spain. Ignacio Rodriguez Lafuente's mother, Eduviges Lafuente Zamalloa is the sister of the famous historian Modesto Lafuente Zamalloa (José Antonio Carrillo Franco: La vinculación de Modesto Lafuente y su Familia con Mayorga de Campos, 2014) mentioned by Miss Enriqueta Vazquez.
Ignacio Rodriguez Lafuente and Antonia Decia Vazquez had several children including my grandfather Modesto Rodriguez Vazquez born in Guayama, PR.
When Antonia Decia died in 1894, her husband Ignacio Rodriguez Lafuente left with his children to live in Barcelona. There he died in 1895 and left his children, including the eldest Igancio Rodriguez Vazquez, who graduated from the Law University of Madrid in 1898, as heirs to the Hacienda Aguirre. (Carlos Encinas Ferrer, Encinas: El Pintor En El Exilio, 2017).
Returning to Enriqueta Aguilar, on the death of her husband Antonio José Vazquez, she remarried with Rafael Vazquez. From this union will be born Edgardo Vazquez Aguilar, half brother of Antonia Decia and Enrique Vazquez Aguilar, the only one who remained to live in Puerto Rico.
Here I hope to have brought you a clarification on the links between all the people mentioned in the letter of Miss Enriqueta Vazquez.
Knowing that the whole story around the sale of the Hacienda Aguirre is still very questionable because my grandfather Modesto Rodriguez Vazquez said that it was a spoliation and in view of this decision of the Supreme Court of Puerto Rico N ° 45 - decided March 15, 1904 (AGUILAR v. VAZQUEZ) one can have doubts about the honesty of Edgardo Vazquez Aguilar.
I thank you for all your time and I wish you a wonderful day.
Sincerely,
Romina JORGE RODRIGUEZ
Romi, gracias por la maravillosa aclaración. Los libros a veces se extienden más allá de sus páginas. Tu comentario es un precioso regalo.
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