miércoles, 1 de enero de 2020

de piel y paisaje






Para romper fuentes en el 2020 me escoge este libro de Luis Ángel Curbelo, con dedicatoria fechada el 29 de diciembre de 2018. Escribo el borrador del comentario con una pluma fuente que carece de virtudes. No puedo llenarla sin mancharme los dedos, pero es inútil usarla para dar fijeza a la escritura. Con el tiempo se borra del papel. Tinta invisible, escritura fugada.

Escribo sobre de piel y paisaje (Ediciones Ricardo Garúa, Arecibo, 1987), al cuidado de Salvador Villanueva, uno de nuestros poetas de extramuros, casi legendario, considerado por no pocos lectores como el gran poeta de su generación. Escribo sobre de piel y paisaje, y percibo la ironía elegante que es el tono de no pocos poemas, “escritos desde el otro lado de la isla”. Las caras ocultas de la isla, incluso en tiempos como el presente, de una visibilidad absolutista.

El otro lado de la isla tiene correspondencias geográficas en suelos  y duelos que parecen distantes  (cuando ya nada es distante, los pueblos abandonados  se tornan recónditos). Será por eso que se desean inmunes a la corrosión del tiempo. Así mismo se escriben en memoria de su mejor tiempo la piel humana y el paisaje, la piel como paisaje, el paisaje encarnado.  Los sentidos son caminos.  Olvido y memoria del viaje del unicornio en la isla (Tomás Blanco) que Curbelo desmiembra en el poema inaugural.

Alguien vive en la hermosa casa de este libro y no cesa de caminar en sus memorias, que replican el encierro de la isla, y cuyas tramas de evasión se sostienen en la progresión infinita de correspondencias: piel, paisaje, estrellas, uveros, amarras, sueños, goteras, laureles, mapas.

Y el tiempo brevísimo de la voz: “Fue tan solo el tiempo preciso/para construir nuestro encuentro”.

Así es. 

1 de enero de 2020, 10:40 am

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