William Morris pensó alguna vez (dicen) que las imágenes de plantas
pintadas “deben aspirar hacia espacios más allá
de la pintura o de la tela”. Querer ser fuera de sus bordes, más allá de sí.
Comenta A.
S. Byatt que las plantas artificiales de los tapices de Morris suman pétalos según
la espiral de Fibonacci; 1,1,2,3,5…, Luis Othoniel Rosa quizás aprecie el
detalle. Así que hoy salí de paseo con un juego en mente. Por ejemplo, qué ocurre entre las florecitas amarillas y el mundo
del musgo en la roca; o entre las manos desaparecidas que años atrás sembraron
el viejo eucalipto del camino y el perfume que llena el aire bajo su sombra.
Ya
fuera del terreno, en la carretera, otra flor amarilla quizás se comunique
y entienda con la pequeñísima que florece brevemente junto al musgo casi
eterno.
Y luego el rincón de un solar pequeño, donde han nacido, crecido y caído
árboles y arbustos. Nada se pierde. El árbol viejo se descompone entre sus sobrevivientes.
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