viernes, 21 de mayo de 2021

Principio estrella



De pronto veo la forma de la estrella y el número 5. Tener números favoritos es una tontería, pero al número 5 me lo encuentro desde la infancia. Y ahora en las figuraciones de una estrella de mar, la que conduce al mar, que es la transformación del fuego en una liquidez donde la vida se gestó de manera inexplicable. De ahí a la relectura del libro de Rachel Carson: de cuando el planeta se desprendió del sol con un estornudo de fuego que tardó millones de años en enfriarse un  poco, hasta que otro estornudo desprendió de ella un costado que llegaría a ser la cuenca del océano mayor.

Carson recuerda que las sustancias de la sangre y del agua de mar son semejantes. Cientos de millones de años, porque no hay fábrica más lenta que la de la vida, no han deshecho esa continuidad. Tampoco han deshecho los parentescos entre cuerpos humanos y organismos invisibles vivos. Ante esa escala cronológica, ante esas semejanzas entre lo invisible por exceso de corpulencia o por micro presencia, una persona viva es más pequeña que la puntada de uno de aquellos trajes hechos a mano que dejaban cicatrices en los dedos de las costureras y los sastres. Hablar de vidas grandes parece tan absurdo como hablar de grandes obras. Todo lo que existe es pequeño.

El lenguaje es la obra engañosa de nuestra especie. El yo que escribe es una ilusión de importancia.  Saberse parte de una literatura pequeña impone el tono. La fragilidad de nuestras ilusiones no puede esconderse. La fragilidad de la vida se ampara en la pequeñez. Rachel Carson habla de las criaturas microscópicas que alimentan cuerpos que se fueron haciendo grandes a lo largo de los siglos, tan grandes, que no sobrevivieron. A la postre más frágiles que las maternales criaturas microscópicas.

Acercarse desde una tradición de literatura pequeña, esa que se compromete con la fuga de unos pueblos desarmados de soberanía, debería desanimar una empresa que puede parecer colosal. Sin embargo, esa empresa colosal también es poca cosa. Tan poca cosa, o tanta cosa, como los organismos invisibles. Nunca saldrán nuestros cuerpos de la ignorancia. La belleza formal y moral de las grandes obras humanas nos resulta incomprensible incluso a las humanas. En todo caso algunas humanas se acercan a los bordes de la especie, para demostrar que son accidentes.

No puedo escribir el libro cuya forma ni siquiera adivino, de modo que me propongo escribir la crónica del libro imposible.

¿Qué mejor móvil, para animarse a escribir que la ignorancia del lugar que ocupo y me ocupa? Es posible escribir engañosas frases contundentes y flotar sobre ellas hasta ese momento de la muerte, que imagino acompañada de alguna conciencia de falsedad. A veces la muerte acompañante te roza, pero no te escoge.

Empiezo a escribir este libro un mes después de haber previsto y abandonado la ruta que me llevaría a su forma. La forma entendida como fijeza, como estructura cerrada, rectangular, libresca. El Caribe es una biblioteca. Una amplia biblioteca, nimia en la escala temporal de las especies invisibles.  

He viajado poco en mi isla y a las islas. He pisado suelos caribeños, Cuba, Jamaica, Haití, Dominicana, Aruba, Trinidad, St. Thomas, Martinica, St. Croix. Pero  la duración de la suma de esos viajes y sus recuerdos fue breve.

De manera que me propuse visitar con pocos recursos, las islas cercanas del Caribe oriental. Lecturas, no siempre suficientes, pero indicadoras, apuntaban a un campo desalentador por lo numeroso: escribir un libro de conexiones entre el Caribe oriental y el archipiélago donde reside mi cuerpo.  Cuando empiezo a escribir estas primeras páginas aún no escojo entre varias entradas.  Sin embargo, mientras miro unas ramitas florecidas de una enredadera de jazmín de río colocadas en un florerito sobre el escritorio, y veo cómo se hacen visibles en la luz indirecta las flores mínimas y complejas, con sus estambres delicados y recios, sus pétalos verdosos, alguna semillita que comienza a escaparse, se me ocurre que el principio de un relato raras veces se muestra tan evidente como el principio de este. (abril del 2020)



No hay comentarios:

Primeros párrafos

Recuerdo cuando recibí el envío de mi sobrina. Leí su letra en una nota breve: quizás me interesaría conservar aquellas cartas. No pensé en ...