martes, 28 de julio de 2020

Cathy Berberian: entrevistas. Nelson Rivera. San Juan: Editorial Riel, 2019




La vida acumula promesas de libros que revientan de tan documentados, obligaciones diferidas hasta el tiempo de la jubilación. Hay libros muy anunciados que al permanecer inconclusos siguen provocando la curiosidad de la lectora, pero Cathy Berberian: entrevistas fue un proyecto de larga duración felizmente cumplido. Contiene un ensayo sobre el arte de Berberian y la transcripción de dos entrevistas a Berberian y de una entrevista al compositor Luciano Berio (quien fue esposo de Berberian) realizadas en 1979.

Nelson Rivera nació en Fajardo, en la costa del Caribe oriental, aunque su familia se trasladó a la capital siendo él muy niño. Estudió en la Escuela Libre de Música y en la Universidad de Puerto Rico. Aquella institución universitaria de los años setenta, orientada hacia el modelo de las humanidades clásicas derivado de la Universidad de Chicago, tenía, afortunadamente, fisuras internas en su programa de estudios. En el Departamento de Música había profesores comprometidos con la enseñanza y la composición de la música del siglo XX: compositores y críticos como Francis Schwartz, el guayamés Rafael Aponte Ledée y Donald Thompson.  Apunta Rivera que “allí se respiraba vanguardia”.

Si se tratara de seguir un mapa, o mejor, una receta palesiana, en la trayectoria de este libro entrarían inesperados ingredientes. En la Sala de Música de la Biblioteca Lázaro, Rivera escuchaba “las más recientes grabaciones” de compositores contemporáneos: Xenakis, Cage, Stockhausen:

“Luciano Berio era el último en la lista. Comencé por su grabación de 'Sinfonía', con la New York Philarmonic. A mitad del tercer movimiento, y específicamente con la mención del nombre de Mayakovski seguido por un tutti de la orquesta, supe que ya me había entregado a la música de Berio. Físicamente sacudido, pedí escuchar 'Visage'. Otra conmoción. Entonces escuché 'Sequenza III', y el resto ya se sabe.”

El resto significa la redacción de sendas disertaciones de maestría y doctorado sobre la obra de Berio.

'Sequenza III' y 'Visage' son piezas inseparables del trabajo de la vocalista Cathy BerBerian. Para ella y con ella se compusieron y ella fue la primera intérprete de ambas. A fin de concertar un encuentro con Berberian en 1979, Rivera la llamó directamente a un hotel parisino donde se hospedaba la cantante. Ella contestó el teléfono. No hubo agentes intermediarios.

¿Será que  la intérprete no pudo resistirse a la curiosidad del encuentro con un estudiante puertorriqueño con cara de judío neoyorquino, según se describe a sí mismo? A todo esto no se trataba de un intelectual subsidiado o respaldado por grandes fortunas. Me pregunto si la invitación de Berberian al joven para que la visitara en su casa de Milán tuvo que ver con el lugar de origen de Nelson, asociado, si acaso, con los escenarios de 'West Side Story' en el imaginario del europeo culto. Pero hay más, porque la tierra ancestral de Berberian, Armenia, tiene una historia colonial de genocidio y supervivencia, aunque sin acceso a la movilidad del mar que a nosotros nos circunda. Ella misma, en el transcurso del primer día de la entrevista, destacó cuán enterada estaba de la particular suerte de los puertorriqueños como minoría étnica en Estados Unidos. Esa cultura de la sensibilidad, asentada en la identidad propia, se aventura al encuentro de lo que suele ser tachado o borrado.

En el ensayo que precede al texto de las entrevistas, el autor describe, desde unas referencias formadas por iconos teatrales, la vestimenta y el maquillaje de Berberian el día del encuentro (caftán azul, botas de gamuza, delineador de ojos) el porte de la artista (recostada en un diván, posando a lo Sarah Bernhardt) y el almuerzo que le sirvió el segundo día, “un gran plato de pasta con salsa roja y vegetales”: la memoria de una epifanía. Quizás ella intuía la rareza de la experiencia y cómo marcaría al muchacho de 26 años. Sin embargo, mucho del encanto de este libro emana de la libertad del entrevistador ante el monstruo sagrado que, no obstante la apertura fugaz, era 'la Berberian'. Se trata, en parte, de un libro de apuntes sobre la técnica, donde se recogen las memorias de la artista vocalista a propósito de la creación y puestas en escena de piezas sobresalientes de su repertorio. Las confidencias sobre el virtuosismo técnico y el trabajo incansable, que a menudo comunicaban síntomas de locura y la burla de sí, descubren un propósito: la exhibición del dolor como denuncia. “Berberian pone en escena el performance de “mujer” tal cual exige el patriarcado, pero le sube el volumen a su presentación para darle visibilidad al constructo que la cotidianidad oculta.” ( 51) Además, no fue intérprete o instrumento dócil del compositor, sino coautora, gracias a su inventiva y prodigiosa gestualidad vocal: “La posibilidad de cambiar de un sonido a otro con la rapidez con que esto se logra con un corte y edición de cinta, pero en directo, en un ser de carne y hueso en vez de una máquina.” (40) 

A la par hay en las creaciones de la vocalista todo un asalto a la tácita regla contra la expresión de placer sexual, “tan ajena a las convenciones sociales de la sala de conciertos clásicos”. (41)
Otro testimonio revelador apunta a la soledad de la mujer creadora, que se refugiaba en la risa, y en el trabajo doble que, por ser mujer, sin redes de apoyo centenarias, trabajaba sin descanso y sin respaldos: “Nobody had ever done anything like that for me. I mean, I do evertything.” (74)

El método de Rivera pone énfasis en la relación entre música y teatro, de ahí el descubrimiento de un personaje que la intérprete construye. Los temas del libro expresan una tónica: marginalidades al centro; ser mujer, ser músico; el virtuosismo como espacio de resistencia. 

(Tener cerca aquella caja mágica de voces, percatarse de su libertad y de sus prisiones.)

Es común en el acercamiento al arte y los pensamientos de mujeres cierto cuestionamiento condescendiente. El menosprecio de una nota que llega solo a los oídos más finos y empáticos. Este libro, por el contrario, registra con simpatía la "nota" Berberian: mujer que no ordenaba, y que tampoco aceptaba órdenes. De ahí las críticas de ella a los comunistas, contra Brecht, contra el machismo. En el hermoso final abierto comienza a soltarse la opinión de la vocalista sobre la huella del género en la música.

Basta oír Sequenza III  interpretada por Berberian para sentir la evocación de misterios que encuentran una profunda resonancia en un espacio que podría ser la memoria celular.  En esa agitación o trastorno de los sentidos, las artes vanguardistas intentaron acercarse a la inmensidad que quizás por ventajas evolutivas, dejamos de habitar les humanes. Intervenciones, alteraciones, modificaciones irrespetuosas, voces, ruidos, onomatopeyas, citas. Pero también una fascinación con las escalas antiguas y la ancestral música folklórica; una  presencia de la localidad por debajo del enjambre de la alta cultura, congelada, obsecuente.

Es así que en este libro no solo se desmontan los recursos de Cathy, su ardua labor de intérprete en un mundo tristemente masculino, sino que se confirma la coautoría de una obra que no ha llevado su nombre, y que debe atribuirse a una figura híbrida: BERBERIO. Además, el autor afirma que Berberian sería más reconocida en el canon de piezas de performance realizadas por mujeres, si no fuera porque presentaba sus trabajos en las salas tradicionales de conciertos, y no en espacios menos restringidos, como “el museo, la galería, los espacios alternativos o la calle”. (52)

Las afinidades inexplicables encuadran o determinan la suerte de los objetos culturales. ¿Qué hizo que el lector Nelson Rivera se acercara a Berio, y que, por añadidura, tuviera la buena fortuna de encontrar a la diva de Berio, quien, como aquel hombre feliz que no tenía camisa, no fue, en sentido convencional, una diva?

A pesar de la bibliografía considerable sobre Berberian, Rivera afirma que la amplitud de su gesta queda por escribirse. No tiene herederos. La imprescindible es inaprehensible.

Este libro se publicó en un socavón temporal entre catástrofes naturales y epidemias. Quizás encontró su tiempo oportuno. Quizás nos redescubre a una intérprete para tiempos de penuria justamente por su difícil emancipación desde espacios de marginalidad. Quizás ahora no se podrá ocultar ni silenciar su presencia, mientras sobrevivamos en espacios tan abiertos como controlados, tan ávidos de rutas libres como sujetos a la mentalidad del rebaño.

Encontrar piedritas en una playa y preguntarse qué forma contienen, qué forma las contiene; de dónde provienen y hacia dónde ruedan. De manera análoga, el registro fónico, el papel o el medio cibernético, llaman la atención de un cuerpo lector. En ese encuentro se desea, se interpreta, se expresa un orden. Hasta que la próxima ola reinicia el juego.

1 comentario:

Nelson Rivera dijo...

Gracias, Marta, por esta belleza. Aquí sin palabras.

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