Sobre todo en las noches pasamos el tiempo, intentamos olvidar el tiempo, matarlo y matarnos, leyendo.
Añado títulos a mi lista: Go down Moses; el prólogo a The Portable Faulkner; una biografía de Faulkner; Monk, un cuento jodidamente triste de Knight´s Gambit.
Leí pasajes del libro de Glissant sobre Faulkner. G hace malabares para situar con empatía el racismo del lenguaje de Faulkner - su representación de los negros como personajes míticos, sin profundidad, casi un coro de trasfondo, impenetrables- en los haberes de quien, a su juicio, fue el mejor escritor del siglo XX. Maromas, carantoñas (¿carantoñas? No recuerdo qué significa carantoñas) para apropiarse de una tradición Faulkner, para caribeñizarlo y poder asumirlo. Según G, la lectura de Faulkner no estaría, digamos, completa, sin ellos, esos seres herméticos que abundan en sus libros: they endured. Hay algo familiar en el racismo de Faulkner, que sí lo acerca a las literaturas fundacionales del Caribe: el horror al mestizaje, a la “degradación” de las razas impuras.
Para mi gusto a Glissant se le va la mano en los condimentos de una desmedida admiración a Faulkner. Pero es difícil no pasarse de azúcar leyendo a Faulkner. Su prosa es cálida y absorbente, como la de una cuentera. Un borracho mellow, con las artes hechiceras del cuentero.
No quedan muchos en nuestro mundo de encarnados isleños.
Cuando me despedí de él para leer a otros, extrañé la musa musical del cuentero y acabé echándolo de menos mientras intentaba los primeros cuentos de García Márquez. ¡Qué malos son! Cuánto le debe el García Márquez maduro al fraseo de Faulkner, a las oraciones dilatadas, ¿sedeñas?
1 comentario:
Martha, que fácil es perderse en el mundo de tus palabras, que fácil es dejarse atrapar por ellas sin resistencia y sentir y gozar de esa prision, no me importa si me juzgan por no abordar el contenido, tampoco juzgo a mi paladar cuando quiere atrapar la dulce sensación de una fruna sin saber de que ella esté compuesta. Solo te pido una cosa, no dejes de escribir por favor, que a mi edad aún no he perdido el placer de la fruna.
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