18 de octubre de 2017
Páginas de El laberinto de la soledad, versión revisada, la entrevista de Claude Fell. La incómoda tierra de nadie del pachuco, la resistencia de Paz ante la hibridez y la impureza que le atribuye al pachuco –no quiere ser estadounidense, pero ya no es mexicano- es semejante al miedo a la mezcla de razas en Faulkner, matizado en el caso de F. por la imagen atroz del incesto, y por la lucidez de no despreciar a sus demonios; de fundirse y confundirse con ellos. No sé qué se salvará de un libro como El laberinto, desautorizado por sus nociones segregacionistas. Aprecio en otros ensayos de Paz un lenguaje capaz de cortes puntuales, precisos, que crean la ilusión de que lo nombrado existe tal como se nombra. También hay un cierto ingenio exhibicionista, magisterial, lapidario, que endurece los juicios.
….
(Hoy, un
paisaje gris de árboles esqueletales, el muro de una montaña en el horizonte,
lluvia, el clima socava en su constancia inclemente, una vuelta de llave más a
la sensación de que vivimos casi en prisión solitaria, excepto cuando salimos a
hacer las filas de clientes y consumidores. A un mes después del huracán, la
gente se ve reblandecida. A la menor provocación te cuentan intimidades, como
la mujer que me habló ayer de la depresión que le provocó quedar encinta de un
tercer hijo después de haber parido gemelos.)
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