domingo, 21 de octubre de 2012

Secretos del ARTISTA





Los conquistadores vieron en el manatí un cercano pariente de las sirenas antes que una nueva especie animal. Largos años imperó la sirena como fragmento de la realidad sin que ello estorbase –lo idealista no quita lo oportunista– la carnicería de manatíes. Lo mismo les pasa a los críticos con la figura de Herminio Concepción Rucabado. Les estorba, se les sale de serie; muy pocos mencionan su nombre olvidado en las zarzas de frases machaconas.

Nuestra historia es un gato tapiado por una sarta de embustes; quien entienda a Concepción tendrá el oído fino del iniciado, sin tapia que valga.
A escondías leía vorazmente, abreviando estancias en la fábrica analéptica del sueño. Influencias que no ha compartido, excepto con su compadre el viejo verde galán de putas, y ahora con la niña querida.
Papeles amigos: Darío, Poe, Hyeronimus Bosch, Nietzsche, Tapia, Flammarion, Michelet, Oscar Lamourt, Teophrastus von Bombast. Elena, la rusa de ojos verdes. Madame, reúnes en el haz de luz de tus pupilas la erudición soterrada.
 
INVENTARIO DE LAS OBRAS DEL ARTISTA

Dios creó el mundo en seis días.
Concepción crea el mundo en siete pinturas. Siete princesas.
Siete, escúchenme bien, tan solo en apariencia.
Cuando escribe estas líneas su trabajo manifiesta la plenitud cenital de un atardecer majestuoso que derrama tesoros incógnitos en una playa virgen del humano contacto. Aunque no dejan de evolucionar, ya pueden describirse, claro está que engañosamente:

LA MONSERRATE: Dibujo que data de la prehistoria del ARTISTA. La intención de esta obra primeriza - abrir la cartera del abuelo con el obsequio de una imagen sagrada - le hizo pensar alguna vez en quemarla. Pero, no obstante la bajeza del propósito, el ARTISTA intuye que la tela retiene los efluvios íntimos de la diosa, antigua y omnipotente como jamás lo fue el dios macho de los mercaderes. La virgen negra –que en una mano sostiene al niño y en la otra un globo– es Sofía. So1o espera el hálito fecundante del creador para, mediante el acclivitas profundo, recuperar la unidad del origen. Antes de calmar el hambre del niño con la leche que le mana generosa, la negra repite las dieciocho asanas de la maternidad, reflejadas en la expresión facial y los ademanes corporales que el ARTISTA sigue variando con la desesperación palpitante del niño que ha perdido el camino de regreso. También ha cambiado en infinidad de ocasiones el color del manto de la virgen. La versión actual es más fiel a la primera que a las posteriores, pero eso no debe interpretarse en el torvo sentido de que, agotada su paleta, piense el artista en volver a empezar, y mucho menos por el principio.

MUERTE DEL HOUNGAN MAYOR: (Muerte, portal de la vida): Homenaje a Octavio Cienfuegos de la Luz. Pequeña tela del tamaño de una de esas monedas españolas llamadas perras prietas, enmarcada en un monóculo sin lente adquirido hace una friolera de años. Dos círculos concéntricos nos hablan de las fuerzas pugnaces de la naturaleza, la centrípeta y la centrífuga, figuración reminiscente del broche que adorna el manto sagrado del Cristo que pintó en su mejor momento mi hermano hacedor de diablos Hyeronimus Bosch. Representación del andrógino universal, materia prima de la creación que apenas se vislumbra en la sexualidad de ciertas criaturas proscritas. A ellos tiendo en un gesto fraternal mi mano de varón adorador de mujeres. No por ser carnívoro exijo la muerte de los vegetarianos. Este homenaje se desdobla con el siglo, sufriendo la lenta evolución que en los cielos refleja el paso de las constelaciones. Ni siquiera me atrevería a comentarlo si no urgiera una respuesta honorable a las imbecilidades de mi vecino, el doctorcillo Cabrera, cuando advierte en esta obra maestra del minimalismo un solapado requiebro a los churros que Mary, mi beata mujer, elabora, fríe y vende con la lúgubre intención de engordar el patrimonio de los curas blenorrágicos.

APOLOGÍA DEL SOFRITO: No se trata, por Dios, de arte folklórico, según piensa el mediocre de Abelardo Cabrera, el mediquito rebanador de callos. Quien tan pocas luces trajo al mundo confundiría la piedra filosofal con un cálculo del riñón. Tampoco es arte sagrado. Soy alquimista, pero no me nubla el entendimiento la parafernalia de aquellos divinos locos ni dejan de divertirme las mierdas que echaban en la retorta para asegurar, con el aire apestado y el caldo de los sesos rezumante de excremento, que habían creado oro.

El verdadero reino de este mundo está en el caldero de Ramona: Centro de la Tierra, Santo Grial del Pimiento, semilla metálica que al germinar nos devuelves a las sendas familiares, arrullados por el canto de vida y esperanza del asopao sustancioso, capaz de resucitar al cadáver más muerto. Tan prieto como el carbón de su culo, donde el aceite rubio chisporroteante recibe el rayo de sol del ají campanero, el llanto subterráneo de la cebolla, la media luna oculta del ajo enemigo. El tomate enano es una variante solar que aleccionó a los italianos seductores. La poderosa hoja de la paz es el cilantro del monte, que aquí en mis campos llaman recao, porque posiblemente acompañaba las cartas que se enviaban a los parientes pueblerinos, escritas con trazos como rizos. A este maridaje de esencias rindo pleitesía en una tela para la que fabriqué pigmentos preciosos con esencias terrenales y corporales. El efecto es semejante al de la pared de una cueva subterránea. El pimiento de Weston pasado por un pilón haitiano para honra eterna de la musa.
Periódicamente renuevo los fluidos, imitando el gesto del sumo sacerdote egipcio cuando reponía los bálsamos conservadores de las momias sorprendentes.

(De Angélica furiosa, 1994, Marta Aponte Alsina)

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