El factor del
tamaño no es caprichoso. La mayoría de las naciones insulares son pequeñas. Son,
además, los lugares más vulnerables a la catástrofe climática. En el Caribe
marcan la ruta de los huracanes. Pierden sus escasos territorios. Por eso mismo
interesan las literaturas que se han formado bajo la influencia de lugares tan
frágiles. Consulté una lista de los veinte
países más pequeños del planeta. Esos países son soberanos, al menos en convenios de papel.
En esa lista no aparecen colonias como Puerto Rico, ni otros territorios
semejantes, remanentes de una economía imperial.
Sí figuran seis
países caribeños en la lista de los veinte países más pequeños del mundo. Son,
en orden de menor a mayor: St. Kitts y
Nevis (o San Cristóbal y Nieves), Granada, San Vicente y las Granadinas, Barbados,
Antigua y Barbuda y Dominica. El
conocimiento más generalizado reconocerá en esos países anglófonos el origen de
autores considerables. Eso ya es notable, en territorios cuya extensión suma
1,116 millas cuadradas, cuatro veces más pequeña que el área metropolitana de
Pittsburgh
Para seguir la
intuición del poeta y por cabecidura me di a la tarea de buscar novelas y
cuentos publicados por autores de esos territorios. Como quien planifica un
viaje real, consulté con una guía, Loretta Collins Klobah, profesora del
departamento de inglés de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Loretta
fue generosa al extremo, porque si alguien tiene las claves de la literatura
caribeña anglófona es ella. Las recomendaciones de Loretta y el azar
determinaron la selección de mis lecturas. Un azar movido por la
disponibilidad. Escogí libros que pudiera adquirir. Para compartir intuiciones
seguiré el orden inspirado en el regalo del poeta, al menos en mi lectura de su
regalo. Un orden de sur a norte y hacia el oeste. Pero sin olvidar la virtud de
los mapas conceptuales, que es poder saltar intertextualmente a otros lugares.
Ustedes se
preguntaran por qué no dediqué esta conferencia a la literatura de mi país,
Puerto Rico. Se me ocurre que por dos
razones. La primera es que tengo en planes un libro que continúe la ruta de mi libro
anterior por caminos de las llamadas Antillas Menores. De esas antillas emigraron
muchas personas y familias a Puerto Rico. Me interesa trazar sus rutas. La
segunda razón es que conviene tomar distancia para mirar de lejos y a través de
otros lentes la realidad cercana, respondiendo, además a la intuición del
poeta: que en el archipiélago Caribe cada isla es centro y periferia, y que de
cada una puede decirse que, sin las demás }, no se “compone y completa nuestro arco”.
Hay un
inconveniente y es que muchos de ustedes no han leído todos los libros que
comentaré. Corro el riesgo e intentaré comunicar no tanto un resumen de las
obras como el encanto del regalo del poeta multiplicado en ellas.
Partiré de
Granada, de acuerdo con la dirección pautada en las coordenadas del mapa. Si algún lugar pequeño (135 millas cuadradas y
112,200 residentes) ha recibido el peso de la naturaleza y de la historia ese
lugar es Granada. The jewel despoiled, la llamó el caribeñista Gordon K. Lewis, en su
libro sobre aquella “gran revolución de un país pequeño”, el asesinato de
Maurice Bishop, Jacqueline Creft y sus colaboradores íntimos en 1983, el
derrocamiento del régimen y la invasión del ejército de Estados Unidos.
El narrador
correspondiente se llama Jacob Ross. Nació en Granada, reside en Leeds,
Inglaterra, y es editor en Peepal Tree Press, una de las pequeñas casas
editoriales más importantes de la literatura caribeña anglófona. Los cuentos de
su antología personal Don´t Tell Anyone
impresionan por la complejidad de los raros mundos que evocan y porque su
escritura revela una dimensión ética sin comprometer una incierta, aunque
cautivadora, autonomía literaria. En el plano de una realidad elemental evocan
la noción de lo sublime asociado al terror. Los temas de la pobreza, el deseo,
el hambre, la crueldad, las adicciones y torpezas, matizan escenarios extremos.
Las
protagonistas de buena parte de los relatos son mujeres: desgraciadas por el
abandono y la pobreza, madres solteras, madres consentidoras, madres crueles,
abuelas sabias, niñas voluntariosas, tan fuertes que el sentido común
transmitido por ellas es la base social de un orden precario que solo ellas son
capaces de ejercer y conjurar. El personaje de uno de los relatos memorables es
una niña rara y solitaria, casi anfibia, capaz de sumergirse en una fosa sin
fondo, producto de un crimen ambiental desarrollista. En el abismo submarino se
enfrenta a una fuerza natural pánica; de ese abismo rescata un objeto deseable.
Quizás la
magia de estos cuentos de Jacob Ross remite a la forma del relato clásico y a
la elegancia de una escritura multilingüe, pues los diálogos en el dialecto
local se entretejen, como hilos de colores distintos, con un deslumbrante
estilo poético de factura modernista. En medio de la miseria y las tensiones de
la desigualdad brota la impresión sensible como una planta en las grietas de un
pavimento cuarteado. Tienen vida el paisaje de las casitas que cuelgan de los
acantilados, los barrios urbanos a los que se viaja para trabajar o satisfacer
adicciones, el mundo de la isla grande que apenas se ve en el mapa del arco,
pero que está rodeada de islas aún menores. Cada isla, cada bario, cada
familia, cada cuerpo, encierra en potencia un universo complejo, y una
atmósfera que propicia cierta aproximación intersubjetiva entre niveles del ser.
La experiencia de la naturaleza, se distancia del tópico de la naturaleza
enemiga del hombre asociado con la racionalidad patriarcal positivista. La
naturaleza es poderosa y distante, no adversaria. Los nombres de las frutas
silvestres del litoral refieren a una economía de la recolección. La subsistencia descansa en la pesca y la
pequeña siembra. El jardín es una institución edificada, que archiva todo un
tesoro de saberes.
Hay en Ross
una profunda estima a los pobres que sobreviven. No se trata de forzados
finales felices sino de apalabrar sortilegios para la paridad de fuerzas. El
personaje de niña pequeña ante la naturaleza insondable es el regalo que escojo
de sus libros. Se trata de una escritura ecologista. No le conozco comparables
en la literatura en lengua española, aunque probablemente existen.
El país
siguiente, San Vicente y las Granadinas tiene su historia en los anales del
turismo infame. Una de las Granadinas es Mustique, comprada para disfrute del
jet set de amigos de la princesa Margarita de Inglaterra. Como todo el
archipiélago mínimo se diría que sus cuerpos geográficos son centros de
producción de humanos para explotación y exportación.
Loretta Collins
tuvo a bien recomendarme al autor vicentino Nigel Thomas. Thomas nació en el
archipiélago vicentino de 169 millas cuadradas y unos 110,000 habitantes. Reside en Canadá. Habría que pensar la
relación entre país receptor de migrantes y el tono de la escritura del
exiliado de país pequeño.
Una de las
novelas de Thomas transcurre entre el país metropolitano y una isla que el
autor llama Isabella. Se titula Return to
Arcadia y se publicó en 2007. Según Thomas, Isabella no representa
directamente a San Vicente y las Granadinas. También deriva de relatos y
ambientes de Santa Lucía, Granada, Dominica, Jamaica y otras sociedades
caribeñas. Opina el autor que, en el Caribe, la crianza de los niños transmite una
cultura de auto rencor, “self-hate”. La novela es un gran mural representativo de
la perversa sociedad formada y gobernada por los propietarios de plantaciones:
una plantocracia, o régimen de explotación que se fundó con el trabajo servil y
esclavista, que siguió siendo tanto o más cruel tras la emancipación de los
esclavos, y dio pie a revueltas ferozmente reprimidas. Es una novela a un
tiempo social y sicológica, puesta al día en la apertura al tema de las identidades:
identidades de pertenencia, identidades de clase, raza y casta, identidades de
género y orientación sexual. Narra el descalabro de un hombre de tez clara, engendro
de una violación y educado como un androide para pasar por blanco y heredar privilegios. Padece de una amnesia que lo
protege del trauma. La cura pasa por un regreso a la isla. Algo de melodrama
popular tiene esa novela que explora el tema de la raza y la explotación de
tierras y cuerpos, además de la tortuosa trayectoria hacia una redención del
personaje, en una trama que recuerda las novelas de Dickens. El protagonista renuncia a sus privilegios y
se somete a rituales de prácticas mágicas afrocaribeñas. La novela concluye con
su intención de construir un espacio para propagar la empatía y resistir el
placer de causar daño a los demás. Ese espacio podría ser la novela misma, un
horizonte de valores distantes de lo que ha sido la literatura del fracaso, el
desencanto y la muerte. Ese es el regalo.
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