miércoles, 4 de diciembre de 2019

Invitación al desvío; literatura de países pequeños (segunda parte)



El factor del tamaño no es caprichoso. La mayoría de las naciones insulares son pequeñas. Son, además, los lugares más vulnerables a la catástrofe climática. En el Caribe marcan la ruta de los huracanes. Pierden sus escasos territorios. Por eso mismo interesan las literaturas que se han formado bajo la influencia de lugares tan frágiles.  Consulté una lista de los veinte países más pequeños del planeta. Esos países son soberanos, al menos en convenios de papel. En esa lista no aparecen colonias como Puerto Rico, ni otros territorios semejantes, remanentes de una economía imperial.  
Sí figuran seis países caribeños en la lista de los veinte países más pequeños del mundo. Son, en orden de menor a mayor:  St. Kitts y Nevis (o San Cristóbal y Nieves), Granada, San Vicente y las Granadinas, Barbados, Antigua y Barbuda y Dominica.  El conocimiento más generalizado reconocerá en esos países anglófonos el origen de autores considerables. Eso ya es notable, en territorios cuya extensión suma 1,116 millas cuadradas, cuatro veces más pequeña que el área metropolitana de Pittsburgh
Para seguir la intuición del poeta y por cabecidura me di a la tarea de buscar novelas y cuentos publicados por autores de esos territorios. Como quien planifica un viaje real, consulté con una guía,  Loretta Collins Klobah, profesora del departamento de inglés de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Loretta fue generosa al extremo, porque si alguien tiene las claves de la literatura caribeña anglófona es ella. Las recomendaciones de Loretta y el azar determinaron la selección de mis lecturas. Un azar movido por la disponibilidad. Escogí libros que pudiera adquirir. Para compartir intuiciones seguiré el orden inspirado en el regalo del poeta, al menos en mi lectura de su regalo. Un orden de sur a norte y hacia el oeste. Pero sin olvidar la virtud de los mapas conceptuales, que es poder saltar intertextualmente a otros lugares.
Ustedes se preguntaran por qué no dediqué esta conferencia a la literatura de mi país, Puerto Rico.  Se me ocurre que por dos razones. La primera es que tengo en planes un libro que continúe la ruta de mi libro anterior por caminos de las llamadas Antillas Menores. De esas antillas emigraron muchas personas y familias a Puerto Rico. Me interesa trazar sus rutas. La segunda razón es que conviene tomar distancia para mirar de lejos y a través de otros lentes la realidad cercana, respondiendo, además a la intuición del poeta: que en el archipiélago Caribe cada isla es centro y periferia, y que de cada una puede decirse que, sin las demás }, no se “compone y completa nuestro arco”.
Hay un inconveniente y es que muchos de ustedes no han leído todos los libros que comentaré. Corro el riesgo e intentaré comunicar no tanto un resumen de las obras como el encanto del regalo del poeta multiplicado en ellas.
Partiré de Granada, de acuerdo con la dirección pautada en las coordenadas del mapa.  Si algún lugar pequeño (135 millas cuadradas y 112,200 residentes) ha recibido el peso de la naturaleza y de la historia ese lugar es  Granada. The jewel despoiled, la llamó el caribeñista Gordon K. Lewis, en su libro sobre aquella “gran revolución de un país pequeño”, el asesinato de Maurice Bishop, Jacqueline Creft y sus colaboradores íntimos en 1983, el derrocamiento del régimen y la invasión del ejército de Estados Unidos.
El narrador correspondiente se llama Jacob Ross. Nació en Granada, reside en Leeds, Inglaterra, y es editor en Peepal Tree Press, una de las pequeñas casas editoriales más importantes de la literatura caribeña anglófona. Los cuentos de su antología personal Don´t Tell Anyone impresionan por la complejidad de los raros mundos que evocan y porque su escritura revela una dimensión ética sin comprometer una incierta, aunque cautivadora, autonomía literaria. En el plano de una realidad elemental evocan la noción de lo sublime asociado al terror. Los temas de la pobreza, el deseo, el hambre, la crueldad, las adicciones y torpezas, matizan escenarios extremos.
Las protagonistas de buena parte de los relatos son mujeres: desgraciadas por el abandono y la pobreza, madres solteras, madres consentidoras, madres crueles, abuelas sabias, niñas voluntariosas, tan fuertes que el sentido común transmitido por ellas es la base social de un orden precario que solo ellas son capaces de ejercer y conjurar. El personaje de uno de los relatos memorables es una niña rara y solitaria, casi anfibia, capaz de sumergirse en una fosa sin fondo, producto de un crimen ambiental desarrollista. En el abismo submarino se enfrenta a una fuerza natural pánica; de ese abismo rescata un objeto deseable.
Quizás la magia de estos cuentos de Jacob Ross remite a la forma del relato clásico y a la elegancia de una escritura multilingüe, pues los diálogos en el dialecto local se entretejen, como hilos de colores distintos, con un deslumbrante estilo poético de factura modernista. En medio de la miseria y las tensiones de la desigualdad brota la impresión sensible como una planta en las grietas de un pavimento cuarteado. Tienen vida el paisaje de las casitas que cuelgan de los acantilados, los barrios urbanos a los que se viaja para trabajar o satisfacer adicciones, el mundo de la isla grande que apenas se ve en el mapa del arco, pero que está rodeada de islas aún menores. Cada isla, cada bario, cada familia, cada cuerpo, encierra en potencia un universo complejo, y una atmósfera que propicia cierta aproximación intersubjetiva entre niveles del ser. La experiencia de la naturaleza, se distancia del tópico de la naturaleza enemiga del hombre asociado con la racionalidad patriarcal positivista. La naturaleza es poderosa y distante, no adversaria. Los nombres de las frutas silvestres del litoral refieren a una economía de la recolección. La  subsistencia descansa en la pesca y la pequeña siembra. El jardín es una institución edificada, que archiva todo un tesoro de saberes.
Hay en Ross una profunda estima a los pobres que sobreviven. No se trata de forzados finales felices sino de apalabrar sortilegios para la paridad de fuerzas. El personaje de niña pequeña ante la naturaleza insondable es el regalo que escojo de sus libros. Se trata de una escritura ecologista. No le conozco comparables en la literatura en lengua española, aunque probablemente existen.


El país siguiente, San Vicente y las Granadinas tiene su historia en los anales del turismo infame. Una de las Granadinas es Mustique, comprada para disfrute del jet set de amigos de la princesa Margarita de Inglaterra. Como todo el archipiélago mínimo se diría que sus cuerpos geográficos son centros de producción de humanos para explotación y exportación.
Loretta Collins tuvo a bien recomendarme al autor vicentino Nigel Thomas. Thomas nació en el archipiélago vicentino de 169 millas cuadradas y unos 110,000 habitantes.  Reside en Canadá. Habría que pensar la relación entre país receptor de migrantes y el tono de la escritura del exiliado de país pequeño.
Una de las novelas de Thomas transcurre entre el país metropolitano y una isla que el autor llama Isabella. Se titula Return to Arcadia y se publicó en 2007. Según Thomas, Isabella no representa directamente a San Vicente y las Granadinas. También deriva de relatos y ambientes de Santa Lucía, Granada, Dominica, Jamaica y otras sociedades caribeñas. Opina el autor que, en el Caribe, la crianza de los niños transmite una cultura de auto rencor, “self-hate”. La novela es un gran mural representativo de la perversa sociedad formada y gobernada por los propietarios de plantaciones: una plantocracia, o régimen de explotación que se fundó con el trabajo servil y esclavista, que siguió siendo tanto o más cruel tras la emancipación de los esclavos, y dio pie a revueltas ferozmente reprimidas. Es una novela a un tiempo social y sicológica, puesta al día en la apertura al tema de las identidades: identidades de pertenencia, identidades de clase, raza y casta, identidades de género y orientación sexual. Narra el descalabro de un hombre de tez clara, engendro de una violación y educado como un androide para pasar por blanco y heredar  privilegios. Padece de una amnesia que lo protege del trauma. La cura pasa por un regreso a la isla. Algo de melodrama popular tiene esa novela que explora el tema de la raza y la explotación de tierras y cuerpos, además de la tortuosa trayectoria hacia una redención del personaje, en una trama que recuerda las novelas de Dickens.  El protagonista renuncia a sus privilegios y se somete a rituales de prácticas mágicas afrocaribeñas. La novela concluye con su intención de construir un espacio para propagar la empatía y resistir el placer de causar daño a los demás. Ese espacio podría ser la novela misma, un horizonte de valores distantes de lo que ha sido la literatura del fracaso, el desencanto y la muerte. Ese es el regalo.

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