Viajemos a Barbados,
un archipiélago de 166 millas cuadradas con 280,000 habitantes. La capacidad
expansiva de ese lugar literario confirma una intuición de la novelista
jamaiquina Erna Brodber: “la palabra abarca espacios enormes”. El catálogo de
la editorial Peepal Tree Press cuenta con 11 autores barbadenses. Además,
Barbados es el archipiélago natal de dos autores que a falta de una etiqueta
más matizada habría que llamar fundacionales: Kamau Brathwaite y George
Lamming, poeta, narrador, teóricos culturales y ensayistas. De un país tan dominante
escojo un texto de género emergente. Se trata de una literatura híbrida, que en
inglés se llama “speculative fiction” y en español, algo anacrónicamente,
ciencia ficción, aunque también se dice ficción
especulativa. En las Antillas hispanohablantes la cultivan autores como Pedro
Cabiya, Rafael Acevedo, Luis Othoniel Rosa y Rita Indiana. Esos autores, el
cine distópico, y películas fantásticas como Black
Panther, son las comparables de la novela que comentaré.
Antes,
compartiré una cita de la antología New
Worlds, Old Ways: Speculative Tales from the Caribbean, editada por Karen
Lord: “Quienes viven seguros pueden disfrutar distopías implacables en la
ficción, pero esta región sufre crisis económicas y climáticas y una historia
ensombrecida por el genocidio. Veo con cautela y cansancio cierta literatura
que describe la total extinción, física o cultural, de pueblos que aún luchan
por sobrevivir… La voz de nuestra literatura testimonia que, a pesar de los
desastres, esta región, estos pueblos, no serán destruidos.”
Karen Lord
nació en Barbados y reside en Canadá. Su primera novela, publicada en 2010,
describe una comunidad imaginaria, de filiación, en clave fantástica, con los relatos
tradicionales africanos. Comparte con uno de los regalos del poeta, la novela de
la guadalupana Maryse Condé, la poderosa tradición cultural de la cocina. Se
titula Redemption in Indigo, y tiene
la gracia de las lecturas infantiles: induce a la suspensión animada de la incredulidad.
Para la lectora mayor, se añade el descubrimiento de una voz que interviene con total desenfado para defender
sus estrategias narrativas. Una griot obstinada cuenta las peripecias de un choque
entre un personaje de mujer con extraordinarias dotes de cocinera y un djombi, poderoso espíritu de las fuerzas
caóticas. Se entretejen las técnicas de efectos visuales de juegos y teleseries
con un paisaje de aldea próspera y vivaz. Se confunden los tiempos en un primer
plano narrativo que aproxima escenas de épocas distintas. Las secuencias se
sitúan de manera paratáctica, en el mismo plano, y afloran en una temporalidad
inubicable. Ese tiempo total es el
regalo que me brindó su lectura. Lo asocio con los relatos tradicionales
contados por la novelista AS Byatt, pero
con aliño de efectos especiales cinematográficos.
De un libro como el de Lord, donde la escritura de la
catástrofe remite al poder de la mujer, pasemos la página a Dominica, isla de
escritoras, que en su materialidad física tiene 290 millas cuadradas y
aproximadamente 73,000 habitantes. La isla se hizo libro en los escritos de Jean Rhys, Elma Napier, y Phillys Shand
Allfrey. Jamaica Kincaid situó una de sus novelas en Dominica. Impresiona la
densidad mitopoética de un paisaje
poblado por cimarrones y caribes, pródigo en selvas y cuerpos de agua, todo un paraíso
que al día de hoy se vende como un subterfugio para no pagar impuestos y comprar
la ciudadanía (“citizenship by investment program”), y cuya página oficial pregona
la supremacía de la familia y de Dios en el orden social.
El lugar de la mujer blanca en el complejo ideológico
de raza, género y prácticas reproductivas que sostuvo los fundamentos morales y
legales de la economía capitalista, sobresale en los libros de las autoras
mencionadas. En primer lugar cronológico figura Elma Napier, una inglesa aristocrática
que bailó con el príncipe de Gales en aquellos años veinte europeos que también
vivió Rhys, de otra manera. Napier se estableció en Dominica poco antes de la
Segunda Guerra. En su libro de memorias Black
and White Sand, relata los placeres
de una mujer blanca y adinerada en el trópico. Phillis Shand Alfrey, otra mujer
blanca, (las clasificaciones cromáticas son siempre engañosas, y en esa
imprecisión radica el misterio y terror de la identidad racial) nació en
Dominica. Fue socialista y activista y escribió The Orchid House, una novela de amor a la isla. No es ese el caso
de la oscura y brillante escritura de Jean Rhys, a quien en un tiempo se le
cuestionó la identidad de autora caribeña. Wide
Sargasso Sea, lo sabemos, es una novela de primer orden y no cabe negarle
lugar en el corpus de las literaturas caribeñas. Como novela clásica no
necesita comparable.
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